Las clases Niza son un sistema internacional que simplemente ordena todos los productos y servicios en 45 categorías. Sirven para organizar, buscar y estructurar la información, pero es importante aclarar que:
Las clases NO determinan por sí mismas si dos marcas se confunden.
Son solo una guía inicial.
Al momento de evaluar la registrabilidad o la posibilidad de conflicto, el análisis real se hace en dos planos:
Similitud del signo
Se analiza cómo suenan, cómo se ven y qué significan las marcas.
Si el nombre es muy parecido, ya hay un riesgo.
Relación entre los rubros
El INPI evalúa si, desde la perspectiva del consumidor promedio, los productos o servicios podrían provenir del mismo origen comercial, aunque estén en clases distintas.
Por eso, la clasificación sirve como referencia, pero no limita la evaluación.
Muchos rubros están comercialmente conectados, y eso genera relación marcaria. Ejemplos sencillos:
Tecnología: la clase 42 (software) se vincula frecuentemente con la 35 (servicios comerciales), con la 36 (fintech) o con la 37 (instalación de sistemas).
Construcción: la 19 (materiales) se relaciona con la 37 (obras e instalaciones) y con la 42 (arquitectura/ingeniería).
Turismo e inmobiliarias: la 36 (alquileres), 39 (turismo) y 43 (hospedaje) funcionan dentro del mismo ecosistema.
Comercialización: la clase 35 suele tener relación con casi todas, porque abarca venta, distribución y marketing.
En definitiva, para determinar si dos marcas pueden coexistir no alcanza con mirar la clase.
Lo relevante es cómo interactúan esos productos o servicios en la vida real y si una persona común podría pensar que provienen de la misma empresa.
Dicho en forma simple:
“Las clases organizan. La confundibilidad se analiza por el vínculo real entre los rubros y la semejanza de los nombres.”
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